28 ago 2014

Ningún pibe nace chorro

Yo no elegí ser esto. No elegí ser quien soy como nadie elije serlo. Yo no elegí robar. ¿Te pensás que alguien puede querer sentirse así? ¿Quién quiere ser la escoria de un mundo aparentemente hermoso y perfecto? Ser la basura, su vómito, su cagada. Yo no elegí.
Juro que tampoco quise matarla.  No. Jamás querría matar a una persona. O si, pero en un lugar muy oculto de mi mente. Quizás la maté porque quería matarme, en el fondo, a mí mismo, para terminar de una puta vez con todo este frio. 
La noche estaba oscura recuerdo, era un martes ventoso de un junio extraño. Vivía con alguna migaja ajena, de una vecina piadosa, o del carnicero que ya me conocía por el barrio. Por lástima, también, o compasión. ¿Qué diferencia? 
Mi casita de Avellaneda era chica y me quedaba inmensamente grande.  Fue lo único que me quedó de mi mamá. Ella murió en el parto de este engendro. Mi papá, me odio toda la vida por eso. Nunca me quiso, siempre fui un mueble para él. Vivíamos junto a la tetona de su mujer, una rubia mal teñida y chupasangre. Le exigió tiempo después irse a vivir juntos, y claro, solos. Para mi papá era un mueble y para ella una sombra. Un estorbo.
Me dejaron solo a los quince años. Desde ese momento no tuve otra compañía que mis dos perros. Uno murió de hambre y otro se fue lejos, como mi padre, como todos.
Los servicios sociales y las familias adoptivas no querían a un chico como yo. Era introvertido, pobre, aburrido, sin colores, sin palabras, sin alas. Una pantufla o una piedra hubieran tenido mejor suerte que yo en la búsqueda de una familia.
Las noches eran duras. No tenían sentido. Si los días eran fríos, las noches eran polares. El calor humano era un misterio para este cuco de villa. 
Empecé a salir a robar. Era por necesidad, lo juro. Si hubiera tenido eso que tanto me faltaba, jamás lo hubiera hecho, como jamás  quise lastimar a nadie. La víctima era al azar. Generalmente los sorprendía desde atrás, entre pasos sigilosos, y les hacía sentir la punta de la navaja en el costado de la espalda. Se quedaban congelados. La intimidad violada y el asombro los dejaba inmóviles. Los arrinconaba contra la pared. 
Luego los rodeaba con los brazos y les pedía que se quedaran tranquilos, que me iba a enojar, si se ponían nerviosos o comenzaban a gritar. Duraba a penas un minuto. No más. Sólo quería sentirlos. Oler el cuerpo de una mujer, abrazar a un hombre como si fuera mi padre después de un viaje largo. Acurrucarme en el pecho de una madre como si alguna vez hubiera sentido el respirar de la mía.
Por lo general luego me miraban como pidiendo una explicación, pero claramente no había una más importante para ellos que salir corriendo rápido, lejos de esta bestia villera. Muchos me ofrecían sus billeteras, sus celulares, pidiendo misericordia por su vida, que pensara en sus familias, qué se yo. Yo sólo quería un abrazo.
¿Quién habría de abrazar a este monstruo si no fuera a punta de navaja? 
Me contaron que esa mujer que maté se llamaba Natalia. Espero que su familia logre perdonarme algún día. Yo sólo quería un abrazo, pero puede que se me haya ido la mano. Era mi cumpleaños, y mi mamá otra vez no estaba conmigo. Necesitaba abrazar a alguien. Necesitaba sentir algo real. Miedo, calor, lo que sea.
Solo necesitaba un abrazo.
Yo no quería asfixiarla.

26 ago 2014

Malezas



hoy llamé al jardinero
para que arrancara de raíz
 las malezas y los recuerdos
que brotaron del corazón

12 ago 2014

Mi niña bonita

Mi niña a veces llora,
y a veces canta;
Algunas veces corre,
y otras veces baila.

Mi niña le ha pintado
colores nuevos
al arco iris.

Mi niña me abraza fuerte
cuando siente que tengo
días tristes.

Mi pequeña niña me cuenta
que está asustada,
que se siente mareada.
Porque dice ella estar encarcelada
en este envoltorio  de adulto.
De corazas y máscaras.

Pero yo le digo a mi niña
¿A dónde vas?
No corras.
Baila.
Cada vez que lloras,
se agrieta mi corazón.

Enséñame a llevar tu risa.
A andar sin prisa.
A caminar por la corniza.
Sin más que mi confianza. 



Dejame entrar en tu vestido.
Hazme un lugar en tu nido.
Para dejar en el olvido
estas penas baratas.

Haz rayones en las paredes,
Haz piruetas en la cama.
Lleva los sueños de tu almohada
A este mundo sin mapas.

Pinta tu vestido,
del color que más te guste.
Nunca pierdas la sonrisa.
Nunca dejes de achinar.
Mira la luna dorada,
mira que grande está.

Mi niña es más profunda
y más liviana.
Baila y canta mi niña,
que esta mujer te necesita
para no olvidarse de bailar.

Gigante o pequeña,
siempre seré esa nena,
que no dejé de ser
nunca.