22 oct 2013

Cuentos para pequeños revolucionarios

Tomasito tenía que hacer unas sumas para la clase de matemáticas del día siguiente. No tenía ganas, no le gustaban las matemáticas. Los niños quieren ver colores, quieren poner hamacas en cada esquina y que nunca haya días nublados. A ellos las matemáticas no les interesan; o son muchos caramelos, o son pocos.
En el escritorio de su habitación tenía prendido un velador, pero había apagado su cabeza; era tarde, ya estaba algo dormido. Su mamá no quería que se acostara a dormir sin tener los deberes hechos. Tomasito tenía la cabeza apoyada en la mano como preguntándose qué tenían de divertidos los números, y por qué no estaba jugando.
En ese momento, escuchó un ruidito. Se sorprendió, por que la casa estaba en silencio. Lo volvió a escuchar, un poquito más de cerca.
Era un llantito, como chiquitito, a lo lejos.
Pensó que era un gato, maullando a la Luna. No se quería quedar en la habitación, y sentía que debía ir a ver qué estaba pasando. Siguió el llantito hasta llegar al mar, las lágrimas saladas se perdían en él. Encontró una pluma y la arrastró hasta el mar. Se sentó sobre ella y comenzó a naufragar.
Durante el viaje lo venció el sueño y tomó una siestita, fue un viaje muy largo. La Luna le cantaba  y las estrellas lo conducían.
Nunca había salido del continente. Ahora estaba llegando a la India. El llorisqueo se escuchaba más fuerte aún, se sentía el aire húmedo, triste.
Dejó su pluma anclada y caminó unos varios pasos. Terminó en una choza. No era bonita como la casa de Tomás; parecía un dibujo de esos que no saben dibujar, de palitos. 
 Allí estaba la niña, estaba asustada y fría. Tomasito la tomó y la cuidó un rato largo. Le cantaba las canciones que su mamá le cantaba a él; esas que nunca fallan. La nena se tranquilizó y él la llevo a la playa. Estuvieron un largo rato, era una bebé muy bonita.
Le contó el nombre de las estrellas, de las sirenas que nadaban en el agua. 

A Sajmé le brillaron los ojitos cuando vio que su mamá había vuelto. Sé su nombre por que la estaba buscando, gritando cerca de la casa. Parecía buena mamá, como la de Tomás. Estaba desesperada.
No tenía mucha ropa, era delgada y de párpados cansados. Le agradeció a Tomasito por haberla cuidado. Le regaló una galleta, la única que tenían.
Tomasito la comió en el viaje de vuelta y se durmió a penas la terminó. La pluma lo llevó a su casa, su mamá lo estaba esperando.

No hizo la tarea. Pero no podía dejarla ahí, llorando, como si nada importara. De eso ya estaba cansado.

17 oct 2013

Un libro ajeno contado por mí.

Yo no sé si lo que voy a decir es cierto. Yo no sé realmente de lo que estoy hablando. Yo solo ví lo que ví e interpreté lo que interpreté.
Llego a mis manos un libro que no cabería en un par de manos cualquiera; es un libro para aquellos que pueden asimilar que si existe este mundo, puede existir otro. Tan sólo es necesario que nos conduzcan hacia él, que nos induzcan a dejar de pensar en lo lógico, para pensar en lo mágico.
 Es en realidad la magia de escribir, la magia de crear. La magia que hace que si vos lo creés, existe. La magia que te inunda; que te lleva; que te acomoda en el asiento para dar vuelta a la página, casi sin preguntarte. Te mete tan dentro de la historia a contar que te sentís un participante más de esa locura que sólo vos estás leyendo. Que solo vos interpretás de esa manera. 
Ese pequeño submundo donde en el tren, en el colectivo, en la cama o en el fondo de tu casa, te hace sentir en otro lugar. La gente te ve leyendo, la gente te ve interpretando. Nadie sabe realmente lo que ocurre en esas páginas, lo que leen tus ojos, a menos que sea un excelente pispeador. 

Luigi Serafini fue un italiano que parece haber llegado a un lugar al estilo de Narnia o Harry Potter. Este caballero, sin dudas, fue  un viajante brillante.  Lo que tengo entendido es que para llegar a ese lugar sólo se necesitaba un anillo. Un anillo en especial.

El ha recorrido de norte a sur las tierras extrañas que muestra en sus páginas. Se percató, parece, de que nadie había jamás pisado ese paralelo plano poco plano. Qué estremecedor debe haber sido, creo yo, estar solito ahí. Tal vez él solo quiso dejar una huella en la historia, donde alguien, alguna vez, visitó un lugar diferente a toda esta mierda. Luigi muestra en su libro, a modo de enciclopedia, definiciones e investigaciones sobre distintos raros personajes, incluyendo la fauna y la flora de ese secretísimo lugar. Sin dudas debe haber sido un arduo trabajo (pero menos mal que se lo tomó) el de explorar y testificar sobre todo aquello que vió; imaginate tener en tus manos la posibilidad única de contar un mundo al que sólo vos fuiste, a tu propia manera. 
Serafini fue también un muy buen dibujante. Sus colores inundan cada página haciendo de una enciclopedia, una verdadera y bellísima obra de arte.
Lo que hace aún más interesante a estas 360 páginas, es que no vas a entenderlas. Ni aún la persona más inteligente del Planeta Tierra podría salir de las pobres y comunes conclusiones mundanas. Pero eso no debería ponerte mal; no siempre la persona más inteligente es aquella que ve más.
Serafini no fue ningún tonto; sabía que los chismosos habrían de ir a conocer aquel  lugar, y que las personas empezarían a hablar y hablar de lo que jamás vieron, dando cátedra por ahí, como se hace comúnmente. Fue por eso que inventó una lengua, un sistema de palabras para despistarnos, para perdernos en el camino. Donde  buscaba transmitirle al "lector"  la sensación que tienen los niños al sentarse en frente de un libro que todavía no pueden entender, a pesar de que ven que su escritura tiene sentido para los adultos, quitándole la magia, amargando el mate.

Dibujó. Dibujó y dibujó. ¡Y qué bien que lo hacía! Pocas veces he visto trazar un lápiz de esa manera. Dibujó todas las extrañas rarezas que pudo encontrar allí; colores extravagantes, formas jamás apreciadas. Moriría por ver un amanecer ahí, o que me regalen alguna flor con un aroma jamás encontrado. Una flor única. Una flor para mí.
Yo no sé si ésto muere siendo un lugar que jamás podríamos conocer, o tan sólo se olvidarán las páginas de un libro escrito por un italiano un poco loco. 
Sí, no mostraré las hojas que intentan agrandar mi panorama de lo real y lo irreal; sólo mostraré la última, que me quitó el aliento al pensar que alguien murió llevándose este secreto a la tumba.
Y, lamentablemente, yo no tengo el anillo para conocer aquel lugar.

15 oct 2013

Historias inventadas y el viaje que no debería haber viajado.


El lunes me enteré de que Willy Crook tocaba en Temperley. A mi me encanta Willy Crook y de pedo tenía plata para la entrada. A él también le gusta Willy Crook, así que eran unas ganas dobles. Hacía rato no lo veía y era posible cruzarlo de "casualidad". ¿Por qué no habría de intentarlo? Tal vez me podría regalar un beso. O sacarme a bailar, no sé.
Reírnos. Acordarnos. u mejor olvidarnos.
La semana pasó tan rápido como pasa el tiempo. Ya ni me acuerdo lo que hice en la semana, pero no creo que debería tampoco acordarme. La memoria está para las cosas más interesantes, no para una semana cualquiera. Pero nadie le avisó a la memoria.
Esa semana no debería haber sido cualquiera; debería haber ido a comprar la entrada.
 Me olvidé, como uno se olvida de las cosas. Pasó. Se me pasó.
Y cuando me quise acordar estaba en mi cama, durmiendo en la noche del viernes.
 Qué boluda, pensé antes de dormir. Debería haber ido. Tenía ganas de verlo.


Como por arte de magia estaba en la entrada del antro y me encantaba lo que tenía puesto; me sentía un diez, con ganas de bailar. Con el presentimiento de que iba a estar en un lugar en donde todos curtían la misma necesidad de escuchar algo que porfin tengas ganas y moverte, moverte como se te cante.
Era de noche y tenía una campera, oscura, que brillaba. Como cuero. Me la saqué cuando entré. ya había empezado todo. Me sentía apretada. Mucha gente. Willy estaba creo, no lo escuché mucho.
Llegué y vi una mirada.Vi una mirada que acaparaba todo el lugar. Se me congeló la respiración. Ahí estaba él, y no me estaba mirando a mí.
Ella lo estaba mirando.
Y el también.

Me desperté de un golpe. Estaba aturdida y triste.
Menos mal que no fuí, no?

¿Fui?

9 oct 2013

La muerte es una habitación vacía.

Una habitación vacía.
Una habitación vacía.
Una habitación vacía.
Una habitación vacía.


Era el momento de descubrirlo físicamente; ya todo me había atraído de él como para tener ganas de completar mi curiosidad. Aunque eso es imposible (no le gustaba sacarse las medias ni aunque sea verano) por que siempre hay algo nuevo para descubrir. Conseguimos a forma de telo la casa de una amiga que no conocíamos. Ella se fue de viaje y nos prestaron la dorada llave de una casa antigua de Lomas de Zamora.
Llegamos y era ideal; una hamaca paraguaya en la habitación, 4cervezas, unos gatitos cachorros durmiendo por ahí, la luz de la Luna que daba a la cama, ésta acomodada de frente a un ventanal gigante. La luna nos espiaba, pintándonos de azul, tiñiéndonos de ganas. La casa no tenía luz, pero no importaba. A penas agua, como las casas de Mar del Plata. 
Nos desnudamos y también nos desnudamos el alma.
Y pasaron todas esas cosas que uno espera que pasen.
Y nos reímos tanto, y nos besamos tanto que no podíamos más.
Al día siguiente cuando me desperté conocí sus ronquidos; eran lo más horrible que alguien podría escuchar. Pero estaban acompañados de una cara tan tranquila y bonita que no hacían más que parecerme música.
Me arreglé un poco en el baño; era un desastre. Y el baño un asco. Y la cocina me daba un poco de miedo, pero me arrimé a hacerle unos mates. 
Me acuerdo de la primera vez que abracé su espalda. 
Siempre fue tan grandote. 
Siempre sentí que él me protegía.
Nos fuimos.
Me olvidé una remera.



Una habitación vacía.
Una habitación vacía.
Una habitación vacía.
Una habitación vacía.


2 oct 2013

Los besos y la muerte.

De la cruza de la fusión
 más bella del Universo,
y de aquella tragedia inevitable;
Sólo queda el gusto amargo
 de que hay besos y Besos.

 A veces la mala suerte,
por mera casualidad
o tan sólo por el viento,
 te alejan para siempre
  los besos de esa boca.


La muerte es la puta de la vida.
 es la Luna del Sol,
es la sal de la azucar.

Es la eterna nada
donde pasarías 500 años
 sin pensar ni pestañar.

 Con el cerebro desenchufado,
con el cuerpo muerto,
con los labios pálidos.


Recordás el aliento a humano ,
 sus dientes des parejos,
 las risas mediante
los juegos previos.

  La forma en la que te agarraba
el labio inferior de la boca
reclamando como si fuera suyo.

Las miradas de cerquita,
las pupilas encendendidas,
la manera de rozar.


Hay  besos y Besos,
y qué triste se vayan lejos.